
Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete que, alto en el alba de una plaza desierta, rige un corcel de bronce por el tiempo, ni los otros que miran desde el mármol, ni los que prodigaron su bélica ceniza por los campos de América o dejaron un verso o una hazaña o la memoria de una vida cabal en el justo ejercicio de los días.Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo cargado...