La historia del ““Holandés Errante”” es una de las más famosas y –tal vez- una de las más antiguas leyendas del mar.
Según algunos registros históricos, la leyenda circula desde hace, por lo menos, 500 años. Pero hay quienes sostienen que, posiblemente, su origen se remonte a tiempos muy anteriores al nacimiento de Cristo.
La historia cuenta que un capitán holandés desafió la ira de Dios y, como resultado, fue condenado a navegar por los océanos eternamente, provocando la muerte de todos los que ven su nave fantasmal. Así, las versiones dicen que este barco ha sido visto en numerosas ocasiones, las últimas en pleno siglo XX.
Algunos sostienen que la historia del “Holandés Errante” se originó a partir de un hecho real, aunque no todos están de acuerdo sobre este punto. Además, el problema se complica más porque existen muchas versiones de la historia, en las que el capitán podría llamarse Vanderdecken, Van Demien, Van Sraaten o Van algo.
La versión más conocida de la historia del “Holandés Errante” habla de un tal Capitán Vanderdecken, cuya nave fue atrapada en una terrible tormenta cuando doblaba el Cabo de Buena Esperanza. Los pasajeros, aterrorizados, rogaron a Vanderdecken que se refugiara en un puerto seguro o que, por lo menos, arriara velas e intentara eludir el temporal, pero el Capitán se rió de sus súplicas y, atándose al timón, comenzó a cantar canciones sacrílegas.
La tripulación también se alarmó por la conducta de su capitán e intentó hacerse con el control de la nave, pero el intento de motín fue sofocado cuando Vanderdecken arrojó a su líder por la borda, mientras los horrorizados pasajeros y la tripulación se encomendaban a Dios.
En respuesta a sus plegarias las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de proa, revelando una figura gloriosa que según algunos, era el Espíritu Santo, mientras que otros aseguraron que era el mismísimo Dios.
La figura se enfrentó con Vanderdecken y le dijo que, ya que disfrutaba con los sufrimientos ajenos, de ahora en adelante sería condenado a recorrer el océano eternamente, siempre en medio de una tempestad, y provocaría la muerte de todos aquellos que le vieran. Su único alimento sería hierro al rojo vivo, su única bebida la hiel, y su única compañía el grumete, a quien le crecerían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la piel de una lija. Así la maldición, Vanderdecken y el grumete quedaron abandonados a su destino.
Ésta es la versión clásica de la historia del “Holandés Errante”.
Otra versión afirma que la historia deriva de la saga escandinava de Stote, un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto, cubierto con un manto de fuego, fue hallado después sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal.
Otros creen que la historia es más reciente y sugieren que se originó en las aventuras de Bartolomeu Dias (1450-1500), navegante portugués que descubrió el cabo de Buena Esperanza en 1488 y cuyas proezas marítimas llegaron a parecer sobrehumanas.
Otros investigadores han desenterrado una dudosa historia acerca de los dos barcos mercantes holandeses del siglo XVI cuyas tripulaciones avistaron el fantasma de un bajel que se había perdido en el Pacífico; la historia del “Holandés Errante” derivaría de esto.
Una partida de dados con el Diablo
Otra teoría es que la historia se basa en la leyenda de un alemán llamado Von Felkenberg, que se jugó el alma a los dados con el Diablo y perdió.
Una leyenda holandesa similar habla del capitán Van Straaten y también se cuenta una historia acerca de Bernard Fokke.
Fokke, capitán del "Libera Nos", era famoso por la rapidez con que realizaban sus travesías. Quienes envidiaban su habilidad de navegante afirmaban que había establecido un pacto con el diablo, algo que la extrema fealdad de Fokke y su mal carácter ayudaban a creer. Un día se embarcó en un viaje del que no retornó y se rumoreó que, finalmente, el Diablo había cobrado su recompensa.
No es improbable que la leyenda del “Holandés Errante” naciera como consecuencia de un hecho real, aunque, sin duda, éste habrá sido algo más trivial que la venta de un alma al Diablo.
Existen muchos casos de buques que fueron abandonados por error por su tripulación, en la creencia de que estaban a punto de zozobrar, y luego siguieron a flote durante días, semanas, meses e incluso años, siguiendo los caprichos del viento y las mareas.
El más famoso de esos barcos es el Mary Celeste, pero no es el único. Quizá una de las historias más notables sea la del clíper lanero Marlborough, que desapareció en 1890 mientras viajaba de a Inglaterra. Se dice que fue hallado 23 años después, frente a las costas de Chile. Aunque la historia del Marlborough sea una exageración, resulta fácil imaginar su efecto en las mentes de marinos supersticiosos en aguas poco conocidas, cuando vieron al buque abandonado emerger súbitamente de la niebla.
A lo largo de los siglos mucha gente afirmó haber visto el espectro de la nave del “Holandés Errante”.
Uno de los informes más antiguos apareció en 1702 en la Magnalia Christi Americana, historia eclesiástica de Nueva Inglaterra que escribió Cotton Mather, autor prolífico y célebre pastor puritano. Pero muchas de las observaciones son difíciles de comprobar y, por lo tanto deben ser descartadas como espejismos, alucinaciones o visiones debidas a un exceso de alcohol.
La palabra de los príncipes
En 1881 una observación del barco del “Holandés Errante” fue comunicada por el príncipe Jorge de Inglaterra ---que después reinó como Jorge V- y por su hermano mayor, el príncipe Alberto Víctor, duque de Clarence. Se ha dicho que el incidente aparecía en el libro de bitácora del Baccante, pero no es así. En cambio, sí aparece en un relato del viaje de los príncipes en ese buque, compilado por John H. Dalton a partir de sus diarios personales, cartas y libros de notas. En el momento de la observación los príncipes estaban a bordo de otro barco de la flota, el Inconstant, ya que habían sido trasladados allí cuando el Baccante tuvo problemas en el timón.
El relato dice: “11 de junio de 1881. A las 4 de la madrugada el “Holandés Errante” cruzó nuestro rumbo. Era una extraña luz roja, como la de un buque fantasma, incandescente, y en el centro de esa luz, los mástiles, palos y velas de un bergantín, a 200 m de distancia, se destacaron con fuerte relieve cuando se acercó a nuestra amura de babor. El vigía del castillo de proa informó que estaba cerca de la amura, donde también lo vio claramente el oficial de guardia desde el puente, como también el guardiamarina del alcázar, que fue enviado inmediatamente al castillo de proa, pero al llegar allí no logró ver vestigios ni señales de ningún barco material, ni cerca ni en el horizonte, pese a que la noche era clara y el mar estaba en calma. En total fue visto por trece personas, pero si se trataba del Van Demien del “Holandés Errante”, o qué, no lo sabremos.
El Tourmaline y el Cleopatra, que navegaba a estribor, hicieron señales para preguntar si habíamos visto la extraña luz roja.
A las 10.45 el marinero que esta mañana había avistado al “Holandés Errante” cayó desde las crucetas del mastelerillo de juanete y se hizo trizas. A las 16.15 se efectuaron honras fúnebres y su cadáver fue lanzado al mar. Era un valiente marinero real, y uno de los más prometedores tripulantes del barco, y todos se sienten muy tristes por su pérdida. En el siguiente puerto nos encontramos con el almirante, que también se mostró muy disgustado. Alrededor de 13 personas en el Inconstant, además de una cantidad no especificada de personas en el Tourmaline y el Cleopatra, vieron el espectro, aunque si era el ““Holandés Errante”” u otro espectro no lo sabremos", tal como dijeron los príncipes.
Lo que si es cierto (o casi cierto), es que tal como lo decretara la maldición de Dios, la visión de la nave provocó la muerte de una persona.
Uno más que se fue con el “Holandés Errante”.