viernes, 5 de marzo de 2010

La bolsa azul

 León Guruciaga. Poeta nicoleño

I
Una anciana en su rancho se moría,
Y a sus nietos decía:
- Mi caudal hallareis en esta almohada,
entre bolsas iguales repartido.
Así como os lo doy, lo he recibido
Del Mundo, de mi Dios y de la Nada.
Haced entre los tres las divisiones,
Sin otras aflicciones
Que al amor al color de vuestro agrado;
Si blanco, blanco; azulo colorado.
Y pues voy a rezar, id, os advierto...

II
Cuando los tres volvieron ya había muerto.
Dádola sepultura,
A su cama volvieron con premura,
Y en la almohada de abajo se encontraron
El caudal de las bolsas de la anciana.
Uno a uno tomó la de su gana,
Y con la bolsa al hombro se marcharon.
De oro repleta estaba la primera,
De ilusiones doradas la segunda,
Y de sanas virtudes la tercera.

III
Ignoro de los tres el paradero,
Más sé por cierta extraña referencia,
Que el de la bolsa azul es el primero
en gozar las virtudes de la herencia.

 León Guruciaga. Poeta nicoleño

jueves, 4 de marzo de 2010

Actitud

 

¿Alguna vez se pusieron a observar qué actitud toman los pájaros ante las adversidades?

Los pájaros se pasan días enteros construyendo su nido, recogiendo materiales -a veces- traídos desde distancias inmensas.

Y cuando ya está todo el nido terminado y los pájaros están a punto de tener a sus crías, las tormentas, un ser humano o algún animal lo destruyen y tiran por suelo tanto esfuerzo.

¿Qué hace el pájaro entonces? ¿Se paraliza? ¿Se deprime? ¿Abandona la tarea?

No. De ninguna manera.

Vuelve a comenzar, una y otra vez, hasta que en el nido aparecen los primeros pichones.

Duele recomenzar, pero, aun así, el pájaro jamás enmudece ni retrocede, sigue cantando y construyendo, construyendo y cantando.

Entonces, así nos golpee la vida una vez más, no hay que entregarse nunca.

Hay que seguir.

Hay que poner la proa visionaria hacia una estrella, afanosos de perfección y rebeldes a la mediocridad.

No hay que preocuparse si en la batalla sufrimos alguna herida. Probablemente así suceda. Hay que juntar los pedazos, armarlos de nuevo y volver a empezar. De cero.

No importa lo que pase, hay que seguir adelante.

Y nunca dejar de cantar.
 
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